Hoy encontré tu cuerpo
cercenado dentro de mi closet; putrefacto por llevar ya varios meses de abandono. Lo
encontré por accidente, lo esconderé mejor esta vez, lo juro.
Tu frío cadaver parecía llamarme: sólo por curiosidad me quedé observando el vacío de
tus ojos, tu alma contaminada.
Después de analizarte cuidadosamente y
envenenarte con mis pensamientos reflexione un poco, y con lo que me queda de buenos
sentimientos reconocí un brillante futuro en tu nueva existencia.
Me di cuenta de que tu alma se elevó lejos de mi recuerdo; dejaste solo un cuerpo
silencioso y perecedero entre las puertas de este closet, mi destino; y volviste a nacer,
lo lograste antes que yo.
Resucitaste al darte cuenta de que había muchas más cosas en este mundo que
preocupaciones y desdichas.
Te diste la tarea de habitar un closet nuevo... o tal vez de llenar el tuyo con otra
persona o accesorio. Realmente espero que ni tú ni tu nueva pertenencia perezcan dentro
del closet de alguno de los dos.
Por ti me alegra esa vida que hoy llevas en tu espalda, esos años que circulan en un
ciclo que hoy como cada tres centenas de días se completa para avisarte que un año más
has merecido seguir respirando.
Bien, pues después de buscar un buen lugar donde esconderte me vengo dando cuenta de
algo: el cadáver que me dejaste va a seguir golpeando las puertas de mi closet mientras
cae, si te dejo ahí encerrado y escondido junto con el fétido aroma de tu recuerdo.
Esto no significa que vaya yo a calcinarte, me resulta inhumano. Así que hoy te
doy el más digno y honroso de los sepulcros, te dejo en la caja mortuoria en la que se
convirtió mi frío y trémulo corazón, te entierro en el recuerdo de mi mente, en lo
profundo del alma, sin rencores y recordando lo que un día fuiste: mi mejor protector, mi
casi carcelero, mi más fiel compañía, mi hoy sádica inspiración.
Vive habitando la existencia de otros.
Muera la parte tuya que hoy ya no es mía.
Vuelva a mi todo buen pensamiento y amor a la vida.
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